Cuando busco y no me encuentro
“No se le puede enseñar nada a un hombre; solo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo”, decía Galileo Galilei.
Sin embargo, ante cuestiones que nos preocupan y en las que no nos sentimos muy cómodos con los resultados que estamos obteniendo, buscamos la respuesta en experiencias de otros a los que consideramos en alta estima por su experiencia o bagaje profesional, o recetas específicas en las formaciones que recibimos. ¿Os ha pasado?
“Mindfulness no enseña comportamiento”, me dijo la profesora Joke Hellemans, cuando le pregunté con cierta inquietud, cómo podía conseguir que las tardes de deberes, fueran a mi vuelta de esa formación, tardes de amor y rosas.
Me urgía que me diera la clave con la que convertir momentos estresantes, de lucha, frustración a veces, en momentos de paz y de alta eficacia. Joke añadió mirándome de forma compasiva: “Mindfulness te enseña a trabajar la actitud, desde la que dar tu mejor respuesta, sintiendo con seguridad, que lo que hagas, será lo mejor que puedas hacer en ese momento”.
Y, ¿ya está? – Me pregunté pasmada. Volvería a casa sin esa combinación de palabras mágicas que al pronunciarlas tal y como me hubiera dicho, con el mismo tono y con la misma intención, hubieran devuelto la armonía a mis momentos de tensión. Días después entendí lo que quiso decirme y su respuesta recolocó sabiamente todo lo aprendido hasta ese momento.
Años después, me doy cuenta de que es una tendencia habitual, que nos pasa a muchos, y en cualquier ámbito. El objetivo que perseguimos es acabar con una situación determinada de forma radical, lo más rápido y eficazmente posible. Cuando no lo conseguimos, solemos responsabilizar al otro de nuestra falta de competencia, y de esta forma, es el profesor quién no está lo suficientemente preparado o es el formador quién no lo ha hecho bien porque no ha planteado todos los casos posibles. En ese momento estamos tan convencidos, que si tenemos la oportunidad, dejaremos reflejado nuestro descontento en el cuestionario de evaluación, para que llegue más lejos y se den por enterados.
Quizá la llave de paso consista en darnos permiso a nosotros y a los demás, a equivocarnos, a no hacerlo bien a la primera ni a la cuarta, pero persistir en el intento, con la confianza de que, en ese momento, estaré haciendo lo mejor de lo mejor.
Esa seguridad la sentiré, si previamente he podido hacer una pausa breve y conecto conmigo mism@ para saber con qué habilidades cuento en ese momento para resolver. Y sí, podré recordar hacerla, si he comenzado a trabajar con la atención plena y me comprometo con el “darme cuenta”. Tratar de localizar cuándo actúo de forma automática (por ejemplo al conducir, al preparar el desayuno, al ducharnos) y prestar atención a todos los músculos que intervienen en cada movimiento, a la temperatura del agua, a las sensaciones que surgen y reservar durante un par de semanas, todos los días 10 minutos para hacer un escáner corporal, nos prepararán para que ante situaciones en las que tenga que hacerme cargo de su gestión como si fuera la primera vez que las vivo, pueda dar lo mejor de mí.
Mónica Valero – Fundadora de volandocometas.com
Para trabajar con personas, no hay recetas, porque los ingredientes siempre son distintos. Si eres profe y lo que tienes que abordar, por ejemplo, es una adaptación curricular, no encontrarás suficientes casos prácticos si pretendes que contemple todas las características de un alumno concreto. Deja que, en tu próxima formación, la información se abra paso a través de los sentidos y que sean estos los que codifiquen el conocimiento al cerebro.
Si estás atento a todo el flujo de información y a tus sensaciones, el aprendizaje de esa sesión no tendrá límites y podrás después, de forma creativa, elaborar la estrategia que mejor os convenga. Tengamos también en cuenta, que a veces lo más potente es mostrar al otro nuestra vulnerabilidad, reconocer cuáles son nuestras intenciones, cómo nos sentimos y pedir ayuda a nuestro alumno, hijo o colaborador, para que nos digan por dónde seguir dando lo mejor de nosotros mismos.
Llegan días de fiesta, de familia, de descanso, de buenos deseos. Son los días en los que muchos sentimos de forma especial el amor, la gratitud y deseamos más que nunca, que tal como nosotros, todos sean felices. ¿Qué os parece si jugamos a pillarnos a nosotros mismos? Dediquémonos tiempo a descubrir en nuestros gestos y conversaciones, nuestras intenciones y propósitos más profundos, qué queremos realmente conseguir, cuánto de importante es tal cosa para mí, qué siento cuando no ocurre lo que esperaba y en qué parte del cuerpo lo registro, qué siento cuando somos muchos en la mesa hablando y me pillo inquiet@ sintiendo que el tiempo se acaba y aún no he podido hablar de lo mío, qué siento y en qué parte del cuerpo guardo ver a mi hijo ilusionado, qué siento al observarle con toda mi atención, con todos mis sentidos, con todo el amor del mundo, qué pasa cuando él/ella es consciente de que le observo de esta manera, qué tipo de atención es la que presto a los demás (dedicada o multitarea gestionando por ejemplo el whatsapp), qué pasa cuando me siento seguro/a y confiado/a y dejo que las cosas sucedan, sin más.
Preparemos pues nuestra mejor intención y disfrutemos ilusionados y con paciencia, lo que la vida quiera mostrarnos estos días.
¡Felices Fiestas a todos!